Comienza hoy el viaje de Cristo a Jerusalén. En evangelio de san Lucas, la vida pública de Cristo se divide en dos grandes partes: primero narra la predicación en Galilea, a los que dedica los capítulos 3 al 9; y justo a final del capítulo 9 se encuentra el evangelio de la misa de hoy, cuando emprende el viaje a Jerusalén. Lo acaecido en ese largo trayecto ocupa el relato de los capítulos 9 a 19. La llegada a Jerusalén sería una tercera parte, que sería un segundo viaje: el paso de este mundo al Padre mediante la Pascua para la que ha venido. Estos retales del evangelio de Lucas nos sirven para introducir al santo de hoy, íntimamente vinculado a la Sagrada Escritura.
Fue deseo del papa san Dámaso (304-384) que la Sagrada Escritura fuera accesible en el idioma que mayoritariamente conocía el pueblo de Dios en aquel momento histórico, el latín. El Antiguo Testamento está escrito casi todo originalmente en hebreo. En el mundo judío se hizo una traducción del hebreo al griego entre el III y I a.C.. Por último, el griego es el protagonista del Nuevo Testamento.
Por lo tanto, teniendo en cuenta que en la liturgia se acudía al texto griego, eran accesibles sólo para oídos cultivados. Por eso encargó a su secretario Jerónimo la tarea de hacer una traducción que fuese lo más fiel posible al original. Tarea inabarcable, compleja, de méritos infinitos. Además, el mandato incluía también una revisión de las versiones que se habían traducido del nuevo testamento al latín.
Como no dominaba el hebreo, decidió trasladarse a vivir a Tierra Santa, y allí vivió el resto de sus días (falleció en Belén el 30 de septiembre de 420), no sin antes haber culminado con éxito el encargo papal, para beneficio de todo el pueblo de Dios que, desde entonces, tuvo acceso en lengua vulgar a la revelación contenida en la Sagrada Escritura. Esa versión de la biblia se denomina vulgata, es decir, la biblia en lengua vulgar.
El esfuerzo hecho por San Jerónimo, salvando los méritos debidos a las técnica de entonces, es paralelo al que culminó con éxito en España en 2016 por parte de muchísimos biblistas que, tras muchos años de intenso trabajo, dieron a luz una versión estudiada, lo más fiel posible, de la Sagrada Escritura: la Biblia de la Conferencia Episcopal, que fue el promotor del proyecto.
Este dato es muy importante: existen muchísimas traducciones. Basta poner un versículo o perícopa en Google y ver las posibles traducciones; o buscar un evangelio para una boda. Te encuentras de todo. Absolutamente de todo. Y con esta variedad, podría generarse con el tiempo una deformación de la Sagrada Escritura. El trabajo de unificación persigue conservar la esencia de la Escritura porque en ella está contenida la divina Revelación. Por eso, la Iglesia, a lo largo de los siglos ?y antes nuestros hermanos mayores del judaísmo?, ha intentado que se unifiquen las traducciones. Y esa traducción oficial es la que se usa en los textos que se leen en las iglesias. Esta es la razón por la que siempre que me preguntan qué biblia comprar, yo prefiera la de la Conferencia Episcopal. No cobro comisiones: es que es el texto que se lee en la liturgia de la palabra, y eso es sagrado.